viernes, 29 de julio de 2016

La larga noche de la Universidad

Sobre la Noche de los Bastones Largos está más presente en la memoria el nombre que lo que significó. Parecido al caso de los bolsos de López en el Convento: pegó más la imagen del rector y profesores y alumnos sangrando que su significado.

A veces lo que se termina recordando no es lo que se vivió. No sabemos cuáles serán las consecuencias de la corrupción en el tiempo. Sí sabemos cuáles fueron las de aquella noche de hace medio siglo.

Se destruyó la Universidad y algunos de los científicos más brillantes fueron obligados a dejar el país. La violencia había comenzado un mes antes con el derrocamiento de Illia. El golpe en la UBA fue devastador. De ahí había salido el primer Nobel en ciencias y sentado las bases para otros dos. Houssay, Leloir y Milstein: todos ellos profesores e investigadores.

Fuga de cerebros y desmantelamiento de equipos científicos. En Exactas ya se investigaba con Clementina, la primera computadora de América latina. Ni ella ni sus operadores quedaron a salvo. Esa noche comenzó una historia de barbarie que la dictadura del 76 potenció hasta el terror.

La UBA no volvió a ser la misma. Se intervino el Conicet y se empobreció Eudeba, una de las principales usinas de divulgación científica.

Perdimos. Y perdimos mucho. Algo se trató de recomponer en 2007 con el ministerio de Ciencia y Técnica y la normalización del Conicet. Pero la UBA ha quedado reducida a una universidad superpoblada y de escasa relevancia en calidad, aún entre universidades públicas de la región.

Hubo otras noches. Las protagonizó el kirchnerismo al lanzar universidades en el Conurbano que usó para propaganda y para mover dinero sin control. En 2015 esas universidades recibieron cinco veces más plata por alumno que la UBA.

De Vido escondió allí de los organismos de control cientos de millones. Universidades convertidas en agencias de empleo temporario o de contratación de artistas, desde luego afines. O para producir audiovisuales, todos en forma directa y la mayoría de bajísima calidad.

Nada más que a la de San Martín derivó convenios por 665 millones que aún no fueron rendidos. La de Hurlingham, sin alumnos, recibió 48 millones para una pileta climatizada y la de Florencio Varela, patrocinada por el diputado Kunkel, 20 millones para gastos sin especificar. Exportamos la corrupción al campo académico.

Como otros, los rectores de Lanús y de Avellaneda hicieron campaña por Scioli. Onganía argumentó que gracias a la autarquía la universidad hacía política. ¿Y qué hizo el kirchnerismo? Acomodó la autarquía para hacer negocios y política.

clarin.com

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