jueves, 25 de febrero de 2016

Una familia que espera justicia



Hace dos años apareció el cuerpo de Yanela Medina en una bolsa de consorcio, en un arroyo de Berazategui. La habían violado y empalado. Sus padres se preguntan por qué el caso de su hija no tuvo repercusión. El 2 de marzo se inicia el juicio oral.

  Por Mariana Carbajal
Yanela Medina tenía 11 años, una linda sonrisa y una carcajada contagiosa. Como otras nenas de su edad, estaba por empezar sexto grado. El 24 de febrero de 2013 salió de su casa, en el barrio Santa María, de Berazategui, para entregar un pedido de cosméticos que vendía su mamá, a una clienta. Pero nunca llegó. Una semana después, su cuerpo sin vida, en avanzado estado de descomposición, fue encontrado como basura, en una bolsa de consorcio, en la orilla de un arroyo, a pocos kilómetros de su hogar. Yanela tuvo un final horroroso: murió empalada. Antes fue violada varias veces, y torturada. Hasta le arrancaron viva los intestinos, en uno de los casos de femicidio infantil más brutales de los últimos años en el país, aunque –paradójicamente– se recuerde poco su nombre, tal vez porque era pobre y pasaba muchas horas del día en la calle. El próximo 2 de marzo está previsto el inicio del juicio oral y público, contra los tres imputados, que tenían entre 19 y 21 años al momento de los hechos y vivían en una “ranchada” en Florencio Varela.
“Estamos esperando con mucha ansiedad que se haga justicia”, dijo a Página/12, su papá Daniel Medina.

El juicio estará a cargo del Tribunal en lo Criminal 1 de Quilmes, integrado por tres juezas: Silvia Etchemendi, María Florencia Butiérrez y Marcela Alejandra Vissio. Según se anunció, el debate oral se extenderá por tres jornadas, los días 2, 3 y 4 de marzo. El año pasado, un cuarto imputado, que era menor de edad al momento del femicidio de Yanela, fue llevado a juicio en una causa aparte, pero el fiscal Walter Bruno, titular de la Fiscalía de Responsabilidad Penal Juvenil, retiró la acusación, alegando falta de pruebas, y fue absuelto. Los padres de Yanela, Daniel Medina, que se gana la vida como changarín, y Carina Agüero, ama de casa, esperan que el horror que vivió su hija, la séptima de sus 11 hijos, no quede ahora impune y los responsables de tanta barbarie reciban castigo. Los acusados son dos medio hermanos, Leandro y Augusto Gracetti, y un amigo de ambos, Gianfranco Velázquez. Los tres vivían en una “ranchada” de un barrio de Florencio Varela, aunque alguno de ellos tenía familia, según contó a este diario la fiscal María de los Angeles Attarian Mena, que investigó el caso desde la “búsqueda de paradero” de la niña y lleva a los tres a juicio. “Las pruebas en su contra los incriminan gravemente”, se limitó a decir la fiscal a este diario. Por el estado de descomposición del cuerpo de la niña, no pudieron hacerse estudios de ADN de terceros. A los acusados los representan dos defensoras oficiales, Soledad López y Gilda Maltas.

Sobre el día que Yanela desapareció, la familia sostiene que iba a hacerle un recado a la mamá, como hacía también otra de sus hijas: la mujer vendía cosméticos y le pidió que entregara un pedido, cerca de la casa, en Berazategui. Otros testimonios, recabados en la instrucción, dan cuenta de que la niña se había ido de la casa por alguna discusión con sus padres, que la relación no era buena. Poco importa ya ese tema. No es el punto. La familia hizo el mismo día de su desaparición la denuncia en la policía. La buscaron intensamente. La encontraron muerta una semana más tarde. Según las pericias incorporadas a la causa, llevaba alrededor de tres o cuatro días sin vida.

Yanela fue salvajemente asesinada después de ser violada sucesivas veces y torturada. Tuvo una de las peores muertes: a su corta edad, cuando las niñas empiezan a ver cómo su cuerpito se va transformando camino a la pubertad, fue empalada. Como advierte la antropóloga Rita Segato, “en el cuerpo de la mujer se realiza una pedagogía de la crueldad”. El cuerpo de Yanela tenía inscriptas las marcas de esa brutalidad. Ese 24 de febrero, tres años atrás, cuando la vieron salir de su casa llevaba calzas negras con flores, una remera blanca, un saco pequeño del mismo color y un par de zapatillas negras con tiras blancas. Apenas algunos restos de esas prendas envolvían su cuerpito destrozado. Para descartarlo, sus asesinos lo convirtieron en un bollito y lo ataron con alambres antes de meterlo en la bolsa de consorcio.

¿Por qué el nombre de Yanela no resuena como el de otras víctimas niñas o adolescentes de femicidios, casos que sacudieron a la sociedad en los últimos años? Eso se preguntan sus papás. Angeles Rawson apenas tres meses después que Yanela tenía 14 años. También fue descartada como basura en una bolsa que apareció en la Ceamse; como Melina Romero, de 17 años, en septiembre de 2014; Lola Chomnalez, de 15, a fines de ese año, en la costa uruguaya, asfixiada en la playa; Chiara Paez, de 14 años, enterrada por su novio en el jardín de su casa, en la localidad santafesina de Rufino, detonante social del movimiento que terminó con la marcha del 3 de junio con la consigna #Niunamenos. “¿Por qué la muerte de nuestra hija parece que no importa? Necesitamos que los periodistas nos acompañe en este juicio”, pidió el papá, en diálogo con Página/12. Yanela iba a la escuela N°30 del barrio El Vidrio, en Berazategui. Había terminado en diciembre quinto grado. Daniel Medina está conforme con el trabajo de la fiscal y agradece el acompañamiento que recibió su familia en estos años de parte de la Unidad de Victimología del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, a cargo de Alberto Linares. Espera justicia.

pagina12.com.ar

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