martes, 28 de octubre de 2014

El romance no contado de Kirchner con Varela

Por Jorge Joury

Para el país su muerte fue como un latigazo. Cuando las agujas del reloj marcaban las 9.15 del 27 de octubre del 2010, se apagaba la vida de Néstor Kirchner. Justo esa mañana nos preparábamos para un nuevo censo. Las calles estaban virtualmente desiertas como expresión de feriado. Pero la noticia retumbó a los pocos minutos a través de los medios y la sorpresa fue generalizada. El marco de tristeza que generó el episodio, fue inconmensurable. Cuatro años han pasado de aquel día en que los ojos del   ex presidente se cerraron definitivamente en su casa de El Calafate, en Santa Cruz. Tenía apenas 60 años y estaba en su plenitud.
Era una suerte de “animal político”. Diputado nacional y secretario general de la Unsaur, y hacía tres años que había dejado el mando del gobierno de la Nación para ser remplazado por su esposa, Cristina Fernández, con quien pasó su última noche.
Querido por sus seguidores y odiado por sus adversarios de la derecha más reaccionaria y los grupos de poder, hoy nadie puede negar que Néstor Kirchner fue un verdadero caudillo. Más allá del estadísta, se constituyó en la brújula de un gobierno que le devolvió a los sectores más necesitados reinvindicaciones postergadas durante décadas en materia de justicia social, además de convertir a la nación en pionera en la lucha por los derechos humanos a nivel mundial.
Muchas historias se han contado sobre este hombre con aire de travieso e inmanejable. Un personaje que volvía locos a sus guardaespaldas con sus escapas en los actos públicos, mezclándose entre la gente. Pero pocos politólogos conocen que el arranque de su campaña presidencial, Kirchner lo hizo en Florencio Varela. Por aquel entonces yo conducía la redacción de Diario Popular y eran habituales mis charlas con intendentes de todo el conurbano, ya sea el oficialismo como de la oposición. Tomando un café un día con Julio Pereyra, me contó algo que por aquel entonces fue una confidencia, pero que hoy vale la pena revelar por el valor histórico que adquiere.
“Le estoy organizando a un loco lindo que viene del Sur, un acto en Varela. Es Néstor Kirchner, un tipo al que conocí a través de un amigo y que me pareció de gran sensibilidad. Tiene algo distinto. Los muchachos lo ven con un poco de recelo, pero me gusta su estilo”, contó Pereyra.
Su buen olfato no lo iba a traicionar. Kirchner estaba predestinado a pasar a la historia. Por aquellos días otro de los alcaldes me había comentado que la mayoría de los jefes comunales se resistían a aceptar a Kirchner. Durante un cónclave donde el ex presidente Eduardo Duhalde los había convocado para dar la noticia de su delfín, hubo resistencias. “De la Sota no mide”, dijo Duhalde, “así que hay que ir detrás del pingüino”.
¿Qué opción tenemos?, preguntó Hugo Curto, jefe territorial de Tres de Febrero. “Ninguna”, exclamó Duhalde. La historia se ponía en marcha a dedo y había que encolumnarse sí o sí, detrás de aquel hombre. Pero ninguno de los presentes hizo punta ofreciéndole un desembarco territorial.
Pereyra fue el primero y “El Molino” se convirtió en el escenario de aquella muestra multitudinaria, donde el pueblo de Varela concretó su bautismo de fuego en el sueño de aquel hombre. A partir de allí, Kirchner comenzó su romance con el distrito. El Hospital El Cruce fue su primer promesa cumplida y luego llegaron otras obras que enderezaron el rumbo de un territorio, que dejó de ser ciudad dormitorio, para convertirse en uno de los polos productivos de la región. Kirchner no olvidó nunca el gesto de Pereyra y lo distinguió como uno de sus principales referentes territoriales. “Allí viene el intendente Pereyra con su carpetita, con proyectos de obras para Varela”, comentaban los funcionarios de primera línea en la Casa Rosada.
La amistad se hizo de ida y vuelta. Tal vez por ello, Pereyra recibió la noticia de la muerte de Kirchner, con el dolor propio de un familiar directo. A tal punto, que sufrió una descompensación y hubo que internarlo.
Cuatro años han pasado de aquel momento crucial para el país, cuando Kirchner sufrió un paro cardiorrespiratorio no traumático, que no respondió a las maniobras de resucitación básica y avanzada.
El ex presidente entre 2003 y 2007, que tenía 60 años, había sufrido una descompensación durante la madrugada, mientras participaba de una reunión en su casa de la villa santacruceña. Esa mañana fue trasladado en ambulancia al nosocomio, donde no pudo ser reanimado.
Su deceso provocó conmoción en ambientes políticos, económicos y sociales. Pese a que ya no ocupaba el sillón presidencial, Néstor Kirchner era el líder del oficialismo y participaba en todas las decisiones de Gobierno a su esposa, la presidente Cristina y a un reducido grupo de funcionarios cercanos. Kirchner nunca dejó de ser el jefe político del movimiento. Era el que contenía a los sectores sindicales, a los gobernadores, a los barones del conurbano y a los líderes de todo el continente. “Si hay problemas internos, el que habla con el PJ, es Néstor”, se le escuchaba decir habitualmente a Cristina.
Si algo se le reconocía a Kirchner, era su gran muñeca para manejar las grandes cuestiones del país, entre ellas el pago de la deuda externa, donde obtuvo una quita histórica .También era diputado nacional (elegido en 2009), presidente del PJ y secretario general de la UNASUR. El ex presidente había sufrido al menos dos episodios en el último año que lo habían obligado a internaciones de urgencia. La primera fue cuando tuvo que ser operado de la carótida. Y luego fue sometido a una angioplastia y le colocaron un stent.
Los médicos le habían recomendado cambiar su estilo de vida debido al estrés. Pero pocas horas después de la última operación apareció en un acto partidario de la juventud en el Luna Park. Luego viajó a un mitin en Chivilcoy, dos días después del asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra en Barracas. Este episodio lo golpeó mucho. Kirchner olfateaba que detrás del crimen podría esconderse un intento desestabilizador, para discontinuar su gobierno. Algo similar a lo que le pasó a Eduardo Duhalde, con el caso Kostequi- Santillán.
La ausencia del líder obligó a Cristina a redoblar esfuerzos. Tuvo que asumir el desafío de comandar el proyecto político y aún hoy, a un año de tener que dejar el sillón presidencial, sigue manteniéndose en el centro de la escena. Al ex presidente se lo extraña, por haber sido el principal constructor de poder en todo el frente partidario. No obstante, dejó como herencia, el despertar de una juventud que sólo había conocido a personajes históricos a través de los libros. Nadie podrá negar que junto a Raúl Alfonsín, Kirchner fue la última expresión palpable de liderazgo en nuestros tiempos.

Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información. Durante gran parte de su carrera, se desempeñó como conductor de medios periodísticos independientes, tanto a nivel nacional, como provincial. Su correo electrónico es jorgejoury@gmail.com. Quienes quieran visitar su blogspot, pueden dirigirse al sitio. Jorge Joury De Tapas.

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