domingo, 6 de enero de 2013

EL ADIOS A MI PAPÁ




Un 10 de enero falleció mi papá, yo estaba fuera y me esperaron para que le diera las últimas palabras de despedida, lo enterramos el 14 de enero. Fue una mezcla de sensaciones diversas y era la primera vez que realizaba una homilía para despedir a alguien de este mundo y me toco nada mas ni nada menos que con mi propio padre.

Conservo el texto que escribí para esa ocasión y quiero compartirlo para transmitir consuelo, esperanza y entendimiento pues,es el paso natural para una vida mejor, de luz y de paz...
¡Buen año para todos!.
P. HECTOR OSCAR FARIAS - Sacerdote Católico

TEXTO DE HOMILIA EN EL FUNERAL DE MI PADRE
MALABRIGO 14 DE ENERO DE 1988

Todos, en un momento o en otro pasamos por la experiencia de la muerte de un ser querido, familiar, amigo o vecino. Además esta realidad tan dura y a veces difícil de digerir y asumir, no siempre sacamos como tema de conversación en la familia. Nos da miedo, pensar en la muerte, nos entristece. Pero debemos saber mirarla desde el punto de vista de Dios, los que creemos y tenemos fe debemos asumir la muerte como señal de nueva vida.


El 10 de enero del año 88 yo terminaba el proceso de formación religiosa, en Montevideo recibía el diaconado de manos de Mons. Parteli, en ese ínterin me llegó la noticia de la Pascua de Papá en Malabrigo, provincia de Santa Fe; llegué al pueblo después de tres días de su fallecimiento.

En Montevideo realicé mi primer servicio diaconal con el casamiento de Virce (chilena) y Alejandro (uruguayo), luego el funeral de papá en el cementerio de mi pueblo. Estas fueron las palabras con que animé a mamá, mis hermanos, familiares y amigos que nos acompañaron en ese momento:

“Con la muerte nos damos cuenta que somos más que un cuerpo.

El hombre, nosotros somos la mejor floración del mundo, por eso jamás puede negar sus raíces, hasta el punto que uno vuelve a la tierra para vivir una vida nueva.

En la muerte nos damos cuenta de una doble relación de nuestro cuerpo con el mundo, y que eso se acaba, es el límite del hombre y nos cuesta reconocerlo; pero a la vez estamos relacionándonos con lo infinito, lo que no tiene límites, abierto plenamente a un todo.

Esto corresponde a un nuevo modo de ser del hombre después de la muerte, es una experiencia única. Es la manifestación personal de Dios con cada hombre.

En ese sentido la muerte es como el nacimiento. Al nacer, el niño abandona la matriz que lo nutría, que, al poco tiempo, a los 9 meses, se había vuelto sofocante, y agotaba las posibilidades de vida intra-uterina.

Pasa por una violenta crisis: es apretado, empujado de todos lados, y por fin arrojado al mundo. El niño no sabe que lo espera un mundo más vasto, más amplio que el vientre materno, lleno de amplios horizontes y de ilimitadas posibilidades de comunicación.

Al morir el hombre pasa por una crisis semejante :enflaquece, siente angustia, va perdiendo el aire, agoniza y es como arrancado de este mundo. Tampoco sabe el hombre que va a irrumpir en un mundo mucho más vasto que el que acaba de dejar y que su capacidad de relacionarse se extenderá hasta el infinito. La placenta del que nace a una vida nueva después de la muerte está constituida por la globalidad del universo total.

Es necesario que pensemos y miremos la muerte, no como una barrera que nos separa de los demás y de Dios, sino al contrario; la muerte es la expresión o la experiencia radical de nuestra comunicación con las cosas y con la globalidad del cosmos.

El crecimiento, el pleno desenvolvimiento de papá ahora ya no conoce límites, inició su vida germinalmente, como la semilla; pudo florecer durante la vida; ahora revienta como un capullo en la primavera que jamás se acaba.

“ Porque muriendo, acabamos de nacer” (Franklin)

Tenemos que aceptar, asumir la muerte como paso, no como algo que todo se termina.

No morir sería para el hombre, lo que es para la espiga nunca madurar, nunca ser segada para sr el trigo de Dios.

Los que quedamos, nosotros somos granos de esta espiga que maduró a papá con la muerte. Unidos debemos seguir madurando para florecer también nosotros a esa primavera que nunca se termina en la casa del Padre.

Nosotros que tenemos fe y como cristianos ¿cómo entendemos la resurrección?: resucitar no es sólo que un cuerpo sin vida vuelva a vivir. Resucitar es lograr en plenitud, todo, o sea llegar a la realización de las capacidades del hombre. (cuerpo y alma).

“Por la resurrección todo se volverá inmediato para el hombre: el amor florecerá en la persona, la ciencia se volverá visión, el conocimiento se transformará en sensación, la inteligencia se volverá audición. Desaparecerán las barreras del espacio: la persona humana existirá donde esté su amor, donde esté su deseo, su voluntad y su felicidad.

En Cristo resucitado todo se volvió inmediato, es decir, desaparecieron todas las barreras terrenas.

El penetró en la infinitud de la vida, del espacio, del tiempo, de la fuerza y la luz” (revista Concilium 10, 1970, 1217)

Papá estará vivo en nosotros siempre que pongamos en práctica lo que él nos enseñó y aconsejó, con su humildad, con su sencilléz, muchas veces con su silencio.

Papá, sabemos que la muerte es el paso a la verdadera vida, porque tenemos fe la imagen de la muerte pasa, para nosotros no posee nada que pueda darnos miedo, antes, por el contrario: es reconfortante y consoladora. Es consolador saber que ahora vives plenamente, gozando de la luz que no tiene fin, comunicado con todo y sabiéndolo todo.

Nosotros contamos con tu intercesión.

P. HECTOR OSCAR FARIAS
Sacerdote Católico

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