lunes, 27 de febrero de 2012

Los colectivos de la zona son una bomba de tiempo



La tragedia ferroviaria de Once desnudó una problemática que se repite con insistencia en todo el conurbano bonaerense, la situación de los pasajeros del transporte público.
Mariano González (42) viaja todos los días desde Varela a Constitución en el 148. Nunca va sentado. Como otros 30 pasajeros van amontonados, apretados, en una verdadera odisea cotidiana. “Estuve todo la década del 90 sin trabajo, ahora viajo en el techo si es necesario para llegar a tiempo”, cuenta explícito el hombre en la parada de 5 Esquinas a las 7 de la mañana.


Sandra Garrido (45) se pelea con el inspector del micro Plaza en Hudson. “A dónde queres que nos metamos”, le dice. El “Chancho” no escucha quejas y sigue insistiendo “un poco más de lugar, vamos que se puede” dice mientras intenta cerrar la puerta del Plaza que une La Plata con Buenos Aires. Curioso, no deberían viajar parados por la autopista, pero van más de pie que sentados.

En el ramal de la línea 500, miércoles a la tarde, unas 50 personas se amontonan para subir a un colectivo que los deposite en el barrio de Bosques. Es la misma postal de un camión de ganados. Parados y apretados.

La tragedia ferroviaria de Once desnuda una problemática cotidiana en la zona: el transporte público es una bomba de tiempo que no solo atañe a los trenes. Los colectivos de la zona sur del conurbano son un Cromañón sobre ruedas. Y está a la vista de todos.

No es una realidad de esta época. Hace muchos años se sufre con esta manera de viajar. Con el impulso de la producción y la vuelta al trabajo después de la crisis del 2001, los colectivos están colapsados de pasajeros en forma cotidiana. La situación no sólo debería generar el alarma de las autoridades del control del Estado, sino profundizar el análisis de la manera en la que las empresas hacen uso del subsidio. Un paso firme en este sentido es la tarjeta SUBE.

El análisis de los expertos sostiene que con los grandes índices de desocupación de la década menemista los transportes solían llevar mucha menos gente y se transformó en un negocio poco rentable. En ese contexto muchas sociedades anónimas comenzaron a llevar inversiones a otros sectores, algunos hasta compraron edificios. La situación cambió y ahora los micros viajan llenos. Pero las inversiones no volvieron. Tampoco, dicen los que saben, abren las sociedades a nuevos participantes para conseguir las necesarias inversiones. Para analizar.

Lo cierto es que tras esta tragedia ferroviaria es necesario aprender la lección. Por los empresarios del sector que suelen maltratar con sus acciones a los pasajeros y, por las autoridades de control, que deberían poner la lupa en una postal cotidiana y recurrente, que está a la vista de todos. Se trata, en última instancia, de un asunto vinculado con la seguridad ciudadana.


INFOSUR DIARIO

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