jueves, 26 de noviembre de 2009

La memoria está de duelo - Un incendio que puso fin a la vida de la antigua Capilla de Saint John,


En el atardecer del 25 de noviembre se inició un incendio que puso fin a la vida de la antigua Capilla de Saint John, pequeño templo presbiteriano declarado Monumento Histórico Provincial en 1998 (proyecto presentado por el senador provincial doctor Luis Esteban Genoud) y abandonado a su suerte sin que, desde los distintos estamentos del estado municipal, provincial o nacional, se arbitraran los recursos para su preservación.


Nacida siglo y medio atrás soportó airosa el paso del tiempo que, no obstante, no logró doblegarla, confiriéndole una pátina que acrecentó el valor de sus ladrillos viejos. Misteriosa y solitaria, se mantuvo erguida como una anciana dama, vestida de gloria con el recuerdo de los hechos que la tuvieron como testigo.

Hizo falta el fuego para devorar tanta historia como guardaban sus muros agrietados, hoy vestidos con cenizas del centenario tejado. Cenizas de un tiempo pasado que la indiferencia de los hombres no supo cuidar. Atrás quedan proyectos de futuro, voces pioneras que frecuentaron el templo, sombras fundadoras de un ámbito sagrado que supo cobijar anhelos y esperanzas de un pueblo inmigrante que encontró, en este rincón de la provincia de Buenos Aires, el ámbito de libertad para desarrollar una nueva vida, lejos de su tierra natal.

Esta pequeña Capilla era el más antiguo símbolo material de la decisión de Bernardino Rivadavia cuando, en 1824, firmó el convenio con los hermanos Parish Robertson para traer a estas tierras a una colonia de escoceses que aportaran su experiencia agrícola al desarrollo de nuestro campo. La libertad de cultos, garantizada por el gobernante, tenía en esta Capilla su testimonio. Construida en 1854, se mantenía en su condición original, tras su abandono y posterior venta a un vecino de la zona en 1967.

En 1995, vecinos de Florencio Varela y miembros de la iglesia presbiteriana se nuclearon en una Asociación que, desde entonces, bregó por recuperar primeramente su historia y luego intentó interesar a las autoridades en la recuperación del bien. Vanos intentos. El balance fue siempre negativo. Postergaciones, largas esperas en los despachos de distintos funcionarios, excusas … se fueron llevando estos casi quince años de trabajo en los que sí se logró rearmar una historia que, desde hoy, pasa a ser una historia virtual .

Un portón abatido por el fuego, el centenario tejado convertido en negras brasas, argamasa y ladrillos rotos se amontonan en desprolijos montículos, cubriendo aquella tierra antaño consagrada …

Si hasta el fantasma que supo habitarla –aquella blanca lechuza del campanario- buscó en el anochecer otro horizonte para asentar su nido.

Hoy, más que nunca, la habita el silencio, consecuencia de la indiferencia de un pueblo que no supo guardar memoria y, más allá de redactar leyes y enunciar proyectos, no entendió que esos ladrillos viejos eran las raíces que nos ataban al presente, para seguir desarrollándonos como comunidad organizada.

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