miércoles, 19 de agosto de 2009

CAPILLA DE LOS ESCOCESES, Su Historia


Por Graciela Linari, Periodista y Museóloga
Fue un agosto de hace 184 años. Tras más de dos meses de navegación, el Symmetry of Scarboro fondeó en las barrosas aguas de nuestro río color de león, abriendo las puertas a la aventura para aquel nutrido grupo de colonos embarcados en Escocia, con destino a esta promisoria tierra argentina.
Mujeres, niños, hombres, en su gran mayoría jóvenes, llegaban en busca de porvenir a una ciudad desconocida, simple punto de partida para su residencia futura, en la ilimitada llanura bonaerense.
Desembarcados en pesados carretones que los llevaron hasta la orilla, los colonos emprendieron el viaje hacia lo desconocido, algún lugar al sur de la naciente urbe, algún lugar que era el norte en el que habían depositado su esperanza.
Llegaron en son de paz, para aportar su trabajo a esta tierra nueva que les abría un camino de futuro. ¿Sus armas? La tijera de esquilar y la azada para arrancar a la tierra el fruto del esfuerzo cotidiano.
Asentados en Monte Grande, los más de doscientos escoceses iniciaron la tarea de amasar los ladrillos para sus casas y de erradicar el tupido cardal que los cercaba y que, sin embargo, les había dado la primera señal de bienvenida: el cardo -el hirsuto y espinoso cardo de Castilla- flor nacional de su país, cubría grandes extensiones de esta tierra prometida, como allá en la lejana Escocia.
Aseguraron su techo; iniciaron sus huertas y criaron sus animales de granja para obtener el alimento cotidiano; construyeron el molino de donde obtenían la fina harina de maíz para hornear el pan de cada día. Protegieron sus sembrados con cercos de espinosos talas, para evitar que los animales domésticos los destruyeran. Aligeraron los carros de transporte, incorporándoles amortiguadores, para hacer menos penosos los viajes por aquellos difíciles y rudimentarios caminos. Comenzaron a elaborar manteca y a envasarla de modo de poder transportarla hasta el mercado. Levantaron también una capilla para celebrar su culto, hoy ya desaparecida.
Pero la paz se vio turbada por los enfrentamientos entre unitarios y federales. Tras la
batalla de Puente de Márquez (1829), la colonia comenzó a dispersarse y sus miembros se fueron radicando en las inmediaciones: Lomas de Zamora, San Vicente, Chascomús, Quilmes, fueron algunos de los destinos elegidos.
En 1854, aquellos escoceses asentados en la zona sur, decidieron construir su iglesia y para ello, Juan Davidson -el mayor terrateniente del partido de Quilmes (parte de cuyas tierras después pasarían a formar parte del distrito de Florencio Varela)- donó un terreno donde, aún hoy, a siglo y medio de distancia, se alza la capilla presbiteriana de Saint John (San Juan). La pequeña Capilla de los Escoceses, añosa y erguida, orgullosa de su pasado fecundo, yace hoy en la zona rural de Florencio Varela, protegida por la ley que la declaró Monumento Histórico Provincial, pero abandonada por autoridades que no valoran en ella su presencia como testigo de que, en el siglo XIX, un gobernante visionario accedió a garantizar la libertad de culto a los hombres de buena voluntad que quisieran habitar el suelo argentino.(1)
(1) Se hace referencia al convenio suscripto por Bernardino Rivadavia con los hermanos John y William Robertson, mediante el que aseguró a los colonos escoceses -y de allí en más a los extranjeros que llegaran al país- la libertad de cultos.

Capilla en asamblea
Estee domingo, 23 de agosto, a las l0.30, la Asociación Amigos de la Capilla Escocesa de Florencio Varela realizará su asamblea anual ordinaria para considerar la memoria y el balance del ejercicio cerrado el 31 de mayo del presente año. (Como se recordará la asamblea, prevista iniciaomente para realizarse en julio, debió ser postergada por precaución ante la pandemia de Gripe A.
´También se procederá a renovar parcialmente la comisión directiva, debiendo elegirse vicepresidente, tesorero y vocales segundos (titular y suplente).

2 comentarios:

  1. fabiana boccuzzi4 de enero de 2011, 0:56

    he tenido la buena fortuna de acceder a estudios secundarios y superiores, aunque inconclusos los últimos, y hoy poder comprender el valor de los edificios de la antigua ciudad de fcio varela, cuando ésta ni llevaba todavia este nombre. Es una suerte que hombres y mujeres sabios hayan luchado por reconocer estos edificios como lugares sagrados e históricos y difundido su historia. Gracias a ellos pude saber de todos ellos y conocer sobre el pasado de mi adorada ciudad.
    fabiana boccuzzi 3 de enero de 2011

    ResponderEliminar